¿Qué tienen en común el Velcro, la Torre Eiffel y el tren japonés de alta velocidad Shinkansen? Todos fueron diseñados siguiendo el principio de la biomimética, es decir, la imitación de la naturaleza. El velcro, por ejemplo, se inspiró en las semillas de bardana en forma de gancho que se adhieren al pelaje de los animales para propagarse; la Torre Eiffel se basa en la estructura ósea del fémur; y al Shinkansen se le ha dado una forma similar a la del pico del ave Martín pescador, para reducir la resistencia del aire cuando entra en un túnel.
Hay, por supuesto, muchos otros ejemplos, que ilustran hasta qué punto el ser humano puede aprender de los organismos vivos y de sus soluciones probadas a lo largo de 3,800 millones de años de evolución. La idea de inspirarse en lo que ya existe y funciona en la naturaleza no es nueva, por supuesto: Hace más de 500 años, Leonardo da Vinci aplicó principios naturales a sus numerosos inventos en áreas tan variadas como el vuelo humano, la hidráulica y la mecánica. ¿Su principio rector? "Aprende de la naturaleza, allí encontrarás tu futuro".
Hoy, ante imperativos que pueden parecer contradictorios -reactivar la economía y reducir el impacto de la actividad humana en el planeta-, la biomimética es una de las vías para conciliar innovación, progreso y desarrollo sostenible.
Al inspirarse en los seres vivos, se trata también de inspirarse en los principios virtuosos que guían la naturaleza, tal como los expone Janine Benyus, teórica de la biomimética:
- Ahorrar recursos, sobre todo energía, buscando más la optimización que la maximización,
- Preferir las cadenas de suministro cortas, sobre todo cuando permiten recuperar los residuos para que se conviertan a su vez en recursos,
- Uso responsable del entorno natural, con la idea de prevenir posibles daños en lugar de repararlos.
Según Janine Benyus, "un pájaro no ensucia su nido: los seres vivos comen, respiran, se reproducen y duermen en su lugar de fabricación. No pueden permitirse ensuciar su hábitat". En nuestro trabajo, esto se refleja en el uso generalizado del ecodiseño: garantizar que el impacto ambiental esté en el centro del planteamiento de cada proyecto, sin excepción, desde las primeras fases de su diseño.
En la práctica, esto significa, por ejemplo, utilizar materiales capaces de capturar carbono o que requieran un menor uso de materias primas (madera, paja), reducir la demanda energética de los edificios (ventilación pasiva, bioluminiscencia, fachadas fotosensibles, etc.), aprovechar la biodiversidad (nichos ecológicos en las fachadas, etc.).
Energía, movilidad, construcción: en realidad, los campos de aplicación de la biomimética son casi infinitos. Incluso pueden contribuir a crear un círculo virtuoso, mediante proyectos inspirados en la naturaleza que a su vez contribuyan a proteger y preservar la biodiversidad, o incluso a aumentarla.
Este es el propósito de los proyectos Landboost y Seaboost, que llevamos a cabo desde hace varios años. Se trata de estructuras concebidas para devolver la naturaleza a la ciudad y al mar, tras años de invasión del medio natural que ha perturbado los ecosistemas urbanos y marinos. Así, Landboost utiliza la impresión 3D para crear módulos que alberguen especies animales (como insectos, por ejemplo). ¿La ventaja? Un árbol tarda 50 años en proporcionar cavidades adecuadas para una determinada especie de ave, mientras que Landboost las proporciona inmediatamente y permite así responder a una necesidad urgente, antes de aplicar soluciones naturales más permanentes. Del mismo modo, Seaboost construye arrecifes de coral artificiales que favorecen la biodiversidad marina.
Este último ejemplo muestra hasta qué punto la biomimética puede ser una fuente de eficacia: al crear estructuras cercanas a las observadas en la naturaleza, podemos asegurarnos de que se satisfacen eficazmente las necesidades de las especies, porque reproducen las características de su entorno preferido.
Este método también garantiza una integración armoniosa, al tiempo que evita los efectos indeseables de soluciones incoherentes con el entorno, como la inmersión de cerca de 25,000 neumáticos entre Cannes y Antibes en los años 80, para atraer a los peces. Treinta años después, las consecuencias son desastrosas: los peces no han colonizado la zona y los neumáticos se han desintegrado, liberando metales pesados en el medio marino y poniendo en peligro los corales cercanos. Actualmente se están retirando estos neumáticos, con un coste de más de un millón de euros.
"Po l'occhio!" ("¡Abre los ojos!") ("¡Abre los ojos!"): estas palabras, que el abuelo de Leonardo da Vinci le repetía a diario, están más vigentes que nunca. Abramos los ojos para admirar todos los tesoros de la naturaleza. Abramos los ojos para ver hasta qué punto el mundo vivo ha sido capaz de adaptarse a los cambios a lo largo de millones de años. Abramos los ojos para ver hasta qué punto dependemos de la biodiversidad en nuestra vida cotidiana. En un momento en que tenemos que reinventar nuestra forma de producir, construir y vivir, especialmente ante el cambio climático, tenemos todo que aprender de la naturaleza.